Comedores populares: Seguridad alimentaria y ejercicio de ciudadanía en el Perú

Capitulo de Femmes, économie et développement. 
De la résistance à la justice sociale, Laurent Fraisse, Isabelle Guérin, Madeleine Hersent

Nedda Angulo, janeiro 2011

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Resumo :

El sostenido recorte de la capacidad adquisitiva de la población impulsó a mujeres pobladoras de zonas populares de Lima Metropolitana, en su mayoría migrantes de zonas rurales con prácticas ancestrales de reciprocidad y una débil o inexistente presencia del Estado, a poner en marcha nuevas formas de organización, dirigidas a solucionar de manera comunitaria el problema de la alimentación familiar. Es desde diciembre de 1978 que se registra la aparición de los primeros comedores populares en los distritos limeños de Comas y El Agustino, dirigidos inicialmente a la preparación y reparto de desayunos infantiles, servicio que se extendió posteriormente a la preparación y distribución de almuerzos. En el origen de estos emprendimientos confluyeron la voluntad de las mujeres implicadas y la asesoría de agentes pastorales y de promotoras de organizaciones no gubernamentales que operaban en esas localidades (Lora, 1996: 15). Tales comedores adoptaron la denominación de autogestionarios por el significativo despliegue de recursos propios para su formación, y para remarcar su voluntad de autonomía en la definición de sus mecanismos y procedimientos de funcionamiento.

Durante los años ochenta, los comedores populares se multiplicaron en el país a partir de la implementación de programas sociales estatales, y la intervención de las iglesias católica, adventista y evangélica, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales y agencias filantrópicas, debido a la disponibilidad de recursos alimenticios y monetarios de ayuda social procedentes de la cooperación internacional, lo que posibilitó la donación de víveres, dinero o asesoría (Blondet, 1995: 31 - 50). El Estado tuvo un papel determinante para la diseminación de estas experiencias en las zonas urbano-marginales y rurales, mediante la promoción de cocinas familiares durante el Gobierno de Acción Popular, y de clubes de madres bajo el

Gobierno del APRA. A diferencia de los comedores populares autogestionarios, desde su origen, dichas organizaciones recibieron subsidios estatales en infraestructura, equipamiento y alimentos, aunque para ello tuvieron que adecuar su estructura y su funcionamiento a la normatividad establecida por las entidades gubernamentales de apoyo, y sujetarse a su supervisión. A inicios de los noventa, los efectos del shock económico con el que se inició la aplicación del Programa de Ajuste Estructural por el Gobierno de Alberto Fujimori motivaron la aparición de un nuevo contingente de comedores populares, constituidos por sectores de población que empobrecieron súbitamente, lo que condicionó la incorporación de mujeres con características distintas, al tratarse en su mayor parte de mujeres no migrantes y con un mayor nivel educativo (Lora, 1996: 31).